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martes, 02 diciembre 2025 / Published in Adolescentes, Adultos, Blog, Sin categoría

Más allá de la anorexia y la bulimia: el espectro completo de los trastornos alimentarios

Cuando alguien menciona “trastorno alimentario”, ¿qué te viene a la mente? Probablemente pienses en anorexia o bulimia. Quizás hayas oído el término ‘vigorexia’. Pero la realidad es mucho más compleja, y entenderla puede marcar la diferencia entre reconocer un problema a tiempo o dejar que empeore.

La verdad: los trastornos alimentarios son un espectro

Aquí va la primera revelación importante: los trastornos de la conducta alimentaria no son categorías cerradas y rígidas. Son un espectro amplio donde hay muchísima variación en cómo se presentan los síntomas y en qué tan graves son.

¿Cómo sabemos esto? Porque durante años, cuando se hallaba en vigencia el manual diagnóstico DSM-4, el diagnóstico más frecuente en las consultas era “Trastorno de la Conducta Alimentaria No Especificado”. Esto básicamente significaba: “esta persona claramente tiene un problema con la comida, pero no encaja perfectamente en anorexia ni en bulimia”. Por eso, la mayoría de las personas con problemas alimentarios caían en esta categoría.

Este dato obligó a la comunidad científica a repensar las clasificaciones. El resultado fue una actualización importante en el manual diagnóstico (el DSM-5) que ahora reconoce muchas más formas de presentarse estos trastornos. Se añadieron nuevas categorías y se ampliaron los criterios existentes para capturar mejor esta diversidad real que los terapeutas veíamos cada día.

¿Cuándo es realmente un trastorno?

Antes de explorar todas las variaciones posibles, necesitamos responder una pregunta fundamental: ¿qué convierte una conducta con la comida en un trastorno? Porque no todo patrón atípico es patológico.

Los profesionales evaluamos tres dimensiones:

Primero, las conductas concretas con la comida. Aquí hablamos de cambios significativos en cómo comes:

  • Restricción severa de lo que ingieres
  • Episodios donde pierdes el control y comes grandes cantidades
  • Vómitos que te provocas
  • Uso de laxantes o diuréticos
  • Ejercicio que se vuelve obligatorio
  • Evitación de alimentos sin razones médicas reales

Segundo, lo que ocurre en tu mente. Esta parte es crucial y a menudo pasa desapercibida. Incluye una preocupación que consume mucho espacio mental sobre tu peso, tu cuerpo o qué comes.

  • Un miedo intenso a ganar peso
  • Ver tu cuerpo de manera distorsionada, como si el espejo te mostrara algo diferente a lo que otros ven
  • Basar cómo te sientes contigo mismo casi exclusivamente en cuánto pesas o cómo se ve tu cuerpo
  • Pensamientos rígidos sobre alimentos “buenos” y “malos” que controlan tu vida

Tercero, el impacto en tu vida. Este es el criterio definitivo:

  • ¿Estas conductas y preocupaciones están interfiriendo significativamente con tu día a día?
  • ¿Afectan tus relaciones?
  • ¿Tu rendimiento en el trabajo o los estudios?
  • ¿Tu salud física?

Este último punto es fundamental. No toda conducta rara con la comida es un trastorno. Se convierte en trastorno cuando genera un impacto negativo considerable en cómo funciona tu vida.

Las muchas caras de los trastornos alimentarios

Ahora que entendemos qué define un trastorno, veamos cómo puede manifestarse en la práctica. Te sorprenderá descubrir cuánta variación existe.

Cuando tienes anorexia pero “no se ve”

Imagina a alguien que ha perdido 30 kilos en seis meses. Tiene un miedo intenso a ganar peso, se mira al espejo y se ve “gorda”, restringe severamente su alimentación, hace ejercicio compulsivamente. Todos los signos psicológicos de anorexia nerviosa están ahí.

Pero su peso actual está dentro del rango considerado “normal” o incluso un poco elevado. ¿Por qué? Porque partió de un peso muy alto. A esto lo llamamos Anorexia Nerviosa Atípica.

Esta presentación es especialmente peligrosa porque rompe con el estereotipo. Muchas personas asumen que los trastornos alimentarios solo afectan a quienes están visiblemente muy delgados. Pero esta persona está experimentando todos los efectos psicológicos devastadores y puede estar en riesgo médico serio, a pesar de que su IMC diga que está “bien”.

Cuando los síntomas son reales pero “no suficientes”

Los criterios tradicionales de bulimia nerviosa exigen que los atracones y las purgas ocurran al menos una vez por semana durante tres meses. Pero ¿qué pasa con alguien que lo hace cada dos semanas? ¿O que cumple todos los criterios pero solo durante dos meses?

Estas personas experimentan el mismo sufrimiento, la misma pérdida de control, el mismo impacto en su vida. Por eso ahora reconocemos la Bulimia Nerviosa de Baja Frecuencia o Duración Limitada como diagnósticos válidos.

¿Por qué importa esto? Porque esperar a que alguien “califique” oficialmente antes de ofrecer ayuda puede permitir que el problema se arraigue más profundamente. La intervención temprana funciona mejor.

El trastorno que casi nadie conocía: los atracones sin purga

El Trastorno por Atracón es fascinante porque durante décadas estuvo oculto a plena vista. Es probablemente uno de los trastornos alimentarios más comunes, pero históricamente fue el menos reconocido.

¿En qué consiste? Episodios recurrentes donde comes grandes cantidades de comida con sensación de pérdida de control. Comes mucho más rápido de lo normal, hasta sentirte incómodamente lleno, a veces incluso sin tener hambre física. Y después viene la vergüenza, la culpa, el asco contigo mismo.

La diferencia clave con la bulimia es que no hay conductas compensatorias regulares. No hay vómitos, ni laxantes, ni ejercicio compulsivo después. Pero el sufrimiento psicológico es igualmente real y el impacto en la vida es significativo.

Purgas sin atracones: un patrón peligroso

Algunas personas se provocan vómitos, usan laxantes o diuréticos regularmente para controlar su peso, pero sin episodios previos de atracón. Técnicamente no es bulimia, pero las conductas son igualmente peligrosas desde el punto de vista médico y psicológico.

Este es el Trastorno por Purgas, y el hecho de que tenga su propia categoría refleja que es un patrón suficientemente común y específico como para merecer reconocimiento separado.

Cuando el problema no es el peso: ARFID

El Trastorno por Evitación/Restricción de la Ingesta de Alimentos (ARFID, por sus siglas en inglés) es particularmente interesante porque desafía lo que creemos saber sobre los trastornos alimentarios.

Aquí hay restricción alimentaria significativa que causa pérdida de peso, deficiencias nutricionales o problemas en el funcionamiento diario. Pero aquí está el giro: no hay preocupaciones sobre el peso o la figura corporal.

¿Entonces qué está pasando? Puede ser falta de interés en comer. O evitación basada en cómo se siente la comida en la boca, su olor, su textura. O un miedo intenso a consecuencias negativas de comer, como atragantarse, vomitar o tener una reacción alérgica.

Aunque es más común en niños, también afecta a adultos. Y es importante porque nos recuerda que no todos los problemas con la comida tienen que ver con la imagen corporal.

Pica: comer lo que no es comida

La Pica es un trastorno menos conocido pero importante de mencionar. Se caracteriza por comer de manera persistente sustancias que no son nutritivas y no son alimentos: tierra, tiza, papel, pelo, hielo en grandes cantidades, entre otros.

Para que se considere Pica, este comportamiento debe durar al menos un mes, ser inapropiado para el nivel de desarrollo de la persona, y no ser parte de una práctica culturalmente aceptada. Puede aparecer en diferentes contextos: durante el embarazo, en personas con discapacidad intelectual, o asociado a deficiencias nutricionales como la anemia ferropénica.

Trastorno de rumiación: el ciclo de regurgitación

El Trastorno de Rumiación implica la regurgitación repetida de alimentos durante al menos un mes. La persona regurgita la comida que ya ha tragado, la vuelve a masticar, la traga de nuevo o la escupe. Esto no ocurre exclusivamente durante el curso de anorexia, bulimia, atracones o evitación/restricción de alimentos.

Lo que distingue este trastorno es que la regurgitación parece ser voluntaria o al menos no se debe a una condición médica gastrointestinal. Aunque puede comenzar en la infancia, también se presenta en adolescentes y adultos, y a menudo pasa desapercibido porque las personas sienten vergüenza de mencionarlo.

Ortorexia: La obsesión por lo “saludable”

Aquí tenemos algo que aún no es oficialmente un diagnóstico en los manuales, pero que cada vez vemos más en la práctica clínica: la ortorexia.

Se caracteriza por una obsesión patológica con comer “puro” o “saludable”. A diferencia de otros trastornos donde la preocupación es cuánto pesas o cuánto comes, aquí el foco está en la calidad percibida de los alimentos.

Progresivamente vas eliminando grupos enteros de alimentos. Experimentas ansiedad intensa si te ves “obligado” a comer algo que consideras “impuro”. Tu vida social se deteriora porque no puedes comer en restaurantes o en casa de amigos. Pasas horas investigando ingredientes, leyendo etiquetas, planificando comidas.

La comunidad científica debate si la ortorexia es un trastorno independiente o una manifestación de otros problemas (otros trastornos alimentarios o trastorno obsesivo-compulsivo). Lo que no se debate es que es un patrón real que causa sufrimiento real.

El territorio gris: cuando no es un trastorno formal pero tampoco está todo bien

Aquí llegamos a una zona especialmente importante. No necesitas cumplir criterios diagnósticos formales para tener una relación problemática con la comida que merece atención.

Piensa en esto como una zona de alerta temprana. Son conductas y patrones que no constituyen un trastorno completo, pero que indican que algo no va bien y que podrían beneficiarse de intervención antes de que empeoren.

  • Dietas crónicas: el ciclo sin fin: Hacer dieta ocasionalmente no es un trastorno. Pero cuando se convierte en un patrón crónico que ocupa mucho espacio en tu mente y genera preocupación constante, indica una relación disfuncional con la comida.
  • Comer emocionalmente: Si la comida se convierte en tu estrategia principal o única para lidiar con emociones difíciles, esto limita tu capacidad de regular emociones de maneras más saludables y adaptativas.
  • Ejercicio compulsivo: Cuando el ejercicio se convierte en algo rígido e inflexible. Si no lo haces, experimentas ansiedad o culpa intensa. Te ejercitas incluso cuando estás lesionado o enfermo. Priorizas el ejercicio sobre cosas importantes como el trabajo, los estudios o las relaciones.
  • Reglas alimentarias rígidas: Tienes una lista mental de alimentos “prohibidos”. Solo puedes comer a horas específicas, sin importar si tienes hambre o no. Los alimentos deben prepararse de maneras particulares. Experimentas ansiedad significativa en situaciones donde no puedes seguir tus reglas (restaurantes, eventos sociales, etc.)
  • Preocupación constante por el cuerpo: Pasas tiempo considerable cada día pensando en tu peso o tu figura. Te pesas múltiples veces al día. Te comparas constantemente con otros. Evitas situaciones sociales porque no te gusta cómo te ves. Tu autoestima depende casi exclusivamente de tu apariencia.
  • Rituales de chequeo corporal: Pellizcarte repetidamente ciertas zonas del cuerpo para “comprobar” cuánta grasa tienes. Medirte constantemente con cinta métrica. Probarte la misma ropa una y otra vez para verificar que te quede igual. Estos rituales proporcionan alivio temporal de la ansiedad, pero mantienen y aumentan la preocupación a largo plazo.
  • Evitación social relacionada con la comida: Rechazas consistentemente invitaciones que involucren comida. Inventas excusas para no comer con otros. Experimentas ansiedad anticipatoria días antes de una comida social. Te estás aislando progresivamente debido a preocupaciones relacionadas con comer o con tu cuerpo.

La gravedad también es un espectro

Dos personas pueden tener el mismo diagnóstico y necesitar niveles de ayuda completamente diferentes. La gravedad de un trastorno alimentario depende de varios factores que se combinan de manera única en cada persona.

  • La frecuencia e intensidad de las conductas. ¿Ocurren diariamente o semanalmente? ¿Son extremas o moderadas?
  • El deterioro físico. ¿Hay desnutrición? ¿Complicaciones médicas como problemas cardíacos, gastrointestinales, óseos o electrolíticos?
  • El impacto funcional. ¿Puedes trabajar, estudiar, mantener relaciones? ¿O estos aspectos de tu vida se están desmoronando?
  • Problemas psicológicos adicionales. ¿Hay también depresión, ansiedad, trastornos de personalidad, abuso de sustancias? Estas comorbilidades complican el cuadro y afectan el tratamiento.
  • Conciencia del problema. ¿Reconoces que hay un problema o estás convencido de que tu forma de comer es necesaria o incluso saludable?
  • Motivación para cambiar. ¿Quieres ayuda o te han obligado a buscarla?

Esta variabilidad explica por qué algunas personas pueden hacer terapia ambulatoria una vez por semana, mientras que otras necesitan hospitalización o programas residenciales intensivos donde pasan todo el día en tratamiento.

Nuestro enfoque: cognitivo-conductual integrador basado en evidencia

Desde nuestra perspectiva profesional, entendemos los trastornos alimentarios como problemas multifactoriales. No hay una causa única, sino múltiples factores que interactúan.

  • Factores biológicos: Predisposición genética, alteraciones en sistemas neurobiológicos que regulan el apetito, el estado de ánimo y el control de impulsos.
  • Factores psicológicos: Perfeccionismo, dificultades para regular emociones, baja autoestima, inflexibilidad cognitiva, necesidad de control.
  • Factores socioculturales: Presión cultural sobre el cuerpo ideal, experiencias de bullying o comentarios sobre el peso, participación en actividades que enfatizan la delgadez o la musculatura (danza, gimnasia, atletismo, modelaje).

Los trastornos alimentarios son mucho más diversos, complejos y matizados de lo que las representaciones populares nos hacen creer. No son solo anorexia y bulimia. Existen en un espectro amplio de conductas, síntomas y niveles de gravedad.

Si te has reconocido en alguna de las descripciones de este artículo, si notas que tu relación con la comida o tu cuerpo te genera sufrimiento o interfiere con tu vida, o si alguien cercano muestra estos patrones, buscar ayuda profesional es siempre apropiado.

No necesitas estar “suficientemente enfermo” para merecer apoyo. No necesitas encajar perfectamente en una categoría diagnóstica. Si algo en tu relación con la comida no está funcionando bien, eso es razón suficiente para explorar opciones de ayuda.

La buena noticia, respaldada por décadas de investigación, es que los trastornos alimentarios son tratables. La intervención temprana mejora significativamente el pronóstico. Y el primer paso es precisamente este: reconocer la complejidad y variabilidad de estos problemas, lo cual te permite identificarlos, nombrarlos y buscar la ayuda adecuada.

Tu relación con la comida no tiene que ser una lucha constante. Hay caminos hacia la recuperación, y están mejor pavimentados de lo que podrías pensar.

 

 

 

 

 

 

 

Alba Psicólogos

Avda. Príncipes de España, 41 (28823 – Coslada, Madrid)

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Imágenes texto: https://pixabay.com/en

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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