¿Cómo funciona nuestro cerebro?: Conociendo a la amígdala
¿Has oído hablar alguna vez del secuestro emocional o secuestro amigdalino?
Es algo bastante común y todos en mayor o menor medida hemos sido víctimas de este fenómeno.
Pero vayamos por partes. ¿Qué es la amígdala?
La amígdala es una estructura subcortical con forma de almendra que se encuentra situada en el lóbulo temporal. Está formada por diferentes núcleos y forma parte del sistema límbico, también conocido como cerebro emocional, ya que se ocupa del procesamiento emocional.
La amígdala trabaja conectada con otras estructuras cerebrales. Normalmente recibe y envía información al tálamo, quién recoge e integra información de otras estructuras cerebrales, que después remite a la corteza prefrontal para que pueda elaborar una respuesta adaptativa.
Sin embargo, la amígdala también tiene capacidad de reaccionar por sí misma. Por ejemplo, si estamos paseando tranquilamente por el campo y vemos una serpiente moviéndose a nuestro lado, la amígdala hará que demos un salto hacia atrás para protegernos de la serpiente. Es decir, es capaz de producir una respuesta sin que nuestro cerebro racional (la corteza cerebral) haya procesado la información visual del estímulo: “serpiente”.
¿Cómo se puede producir un “secuestro emocional”?
A nivel evolutivo, esta rapidez de reacción de la amígdala nos ha servido para afrontar numerosos peligros y aumentar nuestra supervivencia. A pesar de ello, la amígdala puede jugarnos también malas pasadas provocando que suframos secuestros emocionales. Estos secuestros, se producen en situaciones de alto impacto o intensidad emocional, en los que la amígdala toma el control de la situación y no envía la información al tálamo (estructura que como acabamos de mencionar se encarga de integrar la información de distintas áreas cerebrales y enviarla a la corteza frontal para poder emitir una respuesta).
¡Y claro, no es que la amígdala quiera secuestrarte o interrumpa la comunicación con el resto del cerebro porque se le antoje! Simplemente ante una situación de alta intensidad emocional, la amígdala se sobreexcita y se interrumpen los canales habituales de comunicación (imaginemos una carretera colapsada por el tráfico en la que no es posible la circulación). Es por este motivo, por el que nuestras reacciones en estas situaciones, pueden ser desproporcionadas y nada lógicas, y es que, nuestro cerebro racional no ha podido participar en la respuesta ¡Estamos al servicio de nuestras emociones!
Ahora que ya sabes qué es el secuestro amigdalino ¿Recuerdas alguna situación en la que tus emociones hayan tomado el control de tu cerebro?
Alba Psicólogos
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Me parece súper importante todo lo relacionado con el cerebro.
Y nuestra conducta.